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Conociendo el Espiritismo

  • Foto del escritor: Visión Espírita
    Visión Espírita
  • 5 oct
  • 4 Min. de lectura

El Libro de los Espíritus

Preguntas y respuestas de la 149 a la 153

Flavia Roggerio


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En este artículo empezamos el Capítulo lll de El Libro de los Espíritus.

Es un apartado bastante intenso.

Trata justo de la cuestión que inquieta a la gran mayoría de humanos.


¿Qué nos pasa después de la muerte?

¿Qué hay después de la muerte?

¿Quién somos? 


Allan Kardec aborda interesantes temas con los Espíritus que, desencarnados y en el momento de los cuestionamientos, experimentaron la vuelta al mundo espiritual, la separación del alma del cuerpo, y alguna posible turbación al verse una vez más de vuelta a la Patria. Leer con atención las preguntas y respuestas. Como espíritus en constante proceso de aprendizaje, ¿no habremos experimentado todos, las experiencias que aquí describen? Si nuestro espíritu es eterno, ¿en cuántas existencias podríamos haber vivido? ¿Con qué apariencia física y con quienes de nuestros seres cercanos? Insisto que es un capítulo intenso, que nos incita a una reflexión aún más profunda respecto al sentido de la vida, de la existencia de uno mismo, del camino, y del destino… ¿final?  


Recordamos que el texto colocado entre comillas, a continuación de cada pregunta, es la respuesta que dieron los Espíritus. Debido a la complejidad de algunas respuestas, se han diferenciado con otro tipo de letra las notas y explicaciones añadidas por el autor, en los casos en que existía la posibilidad de confundirlas con el texto de las respuestas. Cuando forman capítulos enteros no hay lugar a confusión, de modo que se ha conservado el tipo de letra ordinario.


Capítulo III - Regreso de la vida corporal a la vida espiritual

El alma después de la muerte; su individualidad.


Vida eterna


149. ¿En qué se convierte el alma en el instante de la muerte?

“Vuelve a ser Espíritu, es decir, regresa al mundo de los Espíritus, que había dejado momentáneamente.”


150. Después de la muerte, ¿conserva el alma su individualidad?

“Sí, nunca la pierde. ¿Qué sería si no la conservara?”


[150a] - ¿Cómo constata el alma su individualidad, puesto que ya no tiene el cuerpo material?

“Aún tiene un fluido que le es propio, que extrae de la atmósfera de su planeta y que presenta la apariencia de su última encarnación: su periespíritu.”


[150b] - El alma, ¿no se lleva consigo nada de este mundo?

“Nada más que el recuerdo y el deseo de ir a un mundo mejor. Es un recuerdo pleno de satisfacción o de amargura, según el empleo que haya hecho de la vida. Cuanto más pura es el alma, mejor comprende la futilidad de lo que ha dejado en la Tierra.”


151. ¿Qué pensar de la opinión según la cual el alma, después de la muerte, regresa al todo universal? 

“¿Acaso el conjunto de los Espíritus no forma un todo? ¿No constituye todo un mundo? Cuando te encuentras en una asamblea eres parte integrante de ella, y sin embargo conservas siempre tu individualidad.”


152. ¿Qué prueba podemos obtener acerca de la individualidad del alma después de la muerte?

“¿No obtenéis esa prueba por medio de las comunicaciones que lográis? Si no sois ciegos, veréis; y si no sois sordos, oiréis, pues muy a menudo os habla una voz que os revela la existencia de un ser que está fuera de vosotros.”


Los que piensan que después de la muerte el alma regresa al todo universal están equivocados si por ello entienden que, semejante a una gota de agua que cae al océano, el alma pierde allí su individualidad. En cambio, están en lo cierto si entienden por el todo universal al conjunto de los seres incorporales del cual cada alma o Espíritu es un elemento.

 Si las almas se confundieran en la masa, sólo tendrían las cualidades del conjunto y nada las distinguiría. No tendrían inteligencia ni cualidades propias. En cambio, en todas las comunicaciones revelan la conciencia del yo y una voluntad distinta. La diversidad infinita que presentan en todos los aspectos es la consecuencia misma de las individualidades. Si después de la muerte sólo hubiera lo que se llama el gran Todo, absorbiendo las individualidades, ese Todo sería uniforme y, por consiguiente, todas las comunicaciones que se recibieran del mundo invisible serían idénticas. Puesto que allí encontramos seres buenos y malos, sabios e ignorantes, felices y desdichados; puesto que los hay de todos los caracteres: alegres y tristes, frívolos y profundos, etc., es evidente que se trata de seres distintos. La individualidad resulta más evidente aun cuando estos seres prueban su identidad por medio de señales incontestables, detalles personales relativos a su vida terrenal que pueden verificarse. Además, no es posible ponerla en duda cuando ellos se manifiestan a la vista en las apariciones. La individualidad del alma se nos enseñaba en teoría, como un artículo de fe; el espiritismo la hace patente y, en cierto modo, material.


153. ¿En qué sentido se debe entender la vida eterna?

“La vida eterna es la vida del Espíritu; la del cuerpo es transitoria y pasajera. Cuando el cuerpo muere, el alma regresa a la vida eterna.”


[153a] - ¿No sería más exacto llamar vida eterna a la de los Espíritus puros, los que por haber alcanzado la perfección no habrán de sufrir más pruebas?

“Esa es más bien la dicha eterna. No obstante, se trata de una cuestión de palabras. Llamad a las cosas como más os guste, con tal de que os pongáis de acuerdo.”


Hay mucho que leer y comprender aun de este capítulo. Seguiremos estudiándolo en las próximas ediciones.


De este primer fragmento podemos entender que después de la muerte del cuerpo, seguimos adelante como espíritus.


Seguimos siendo nosotros, con nuestros conocimientos e imperfecciones. Transitamos y nos preparamos para nuevas existencias. Muchas veces con las mismas vestiduras de la última encarnación, como forma, pero con la mochila cada vez más llena de nuevas lecciones. Algunas veces volvemos al plano espiritual con deudas saldadas y otras con más conocimiento para las que quedan por saldar, y así, hasta que nuestro espíritu se libere por completo de sus deficiencias y alcance la perfección.


Lo gratificante del estudio de la Doctrina Espírita es que todo conocimiento se mantiene.


No perdemos nada de lo que aprendemos y, sabiéndolo, podemos trabajar más conscientemente en nuestra evolución mientras estamos encarnados. Ganamos en sabiduría y en tiempo. 

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