¿Por qué el Espiritismo?
Karina Cejas
Incontables son los estadios de progreso y las realidades relativas de las conciencias que conforman el colectivo denominado Humanidad. Muchos son los caminos que nos conducen hacia la Verdad. Variados son los nombres que reciben doctrinas, filosofías y religiones. Heterogéneas y surtidas las combinaciones sobre sus orígenes, antigüedades, alfabetos, concepciones, interpretaciones, formas, jerarquías, prácticas y rituales, o la ausencia de ellos. Como en una amplia paleta de colores, podemos elegir los matices que acompañan nuestro progreso moral, espiritual. Quizá alguna vez te has planteado la pregunta que viene del inicio:
¿Por qué el Espiritismo?
La Revista Espírita nos aporta algunas razones de peso que nos acercan a la Doctrina Espírita, ya que cree:
En un Dios todopoderoso, soberanamente justo y bueno;
En la inmortalidad del alma y en su preexistencia como única justificación del presente;
En la pluralidad de las existencias como medio de expiación, de reparación y de progreso intelectual y moral;
En la perfectibilidad de los seres y en la felicidad que va en aumento de acuerdo con la perfección;
En la justa retribución del bien y del mal, según el principio que dice a cada uno según sus obras; y en una justicia imparcial, sin excepciones, favores ni privilegios;
En una expiación limitada, que sólo se padece mientras dura la imperfección;
En el libre albedrío del hombre, que siempre le permite elegir entre el bien y el mal;
En la continuidad y la solidaridad de las relaciones entre los seres, pasados, presentes y futuros del mundo visible y del mundo invisible;
Que la vida terrestre es una fase transitoria, mientras que la vida del Espíritu es eterna;
En el valor para aceptar la pruebas, con miras a un porvenir más dichoso que el presente;
Practicar la caridad en pensamientos, palabras y acciones;
Esforzarse cada día para ser mejor que en la víspera;
Someter todas nuestras creencias al análisis de la razón, y no aceptar nada mediante la fe ciega;
Respetar todas las creencias sinceras, por más irracionales que nos parezcan sin violar la conciencia de los demás;
Valorar los descubrimientos de la ciencia, revelación de las leyes de la naturaleza, que son las leyes de Dios.
«Ese es el Credo, la religión del Espiritismo; religión que puede conciliarse con todos los cultos, es decir, con los diversos modos de adorar a Dios.»
Sabemos que, en el fondo, estamos conectados con otras “filosofías del bien” (tomando por “bien” aquello que nos acerca a la Inteligencia Suprema) cuyo objetivo es pulir las Almas, con su consecuente progreso moral e intelectual. Las diferencias en las formas habilitan un espacio de mayor o menor flexibilidad, donde cada Ser puede encontrar un sendero (o varios), según su individualidad, el estado de su proceso de evolución, su educación y cultura, además de su percepción relativa de la realidad. Delante de tanta variedad, surge nuevamente la inquietud:
¿Por qué el Espiritismo?
«El Espiritismo tiene como misión fundamental entre los hombres, la reforma interior de cada uno, porque proporciona explicaciones sobre el porqué de los destinos, razón por la cual restablece y corrige muchos de los conceptos usuales, a fin de que se haga la luz en las conciencias y el consuelo en los corazones. Del mismo modo que Jesús no vino a destruir la Ley, sino a cumplirla, la Doctrina Espírita no vino a desmentir las enseñanzas del Señor, sino a desarrollarlas, completarlas y explicarlas “en términos claros a todos por igual, cuando han sido expresadas mediante formas alegóricas.”»
En el texto previo, extraído del libro “El Espíritu de la Verdad” pudimos apreciar otra pizca de la misión del Espiritismo para con los hombres. En el capítulo siguiente, de “El Espiritismo en su más simple expresión”, Allan Kardec nos aporta detalles esclarecedores:
En calidad de la existencia:
«... el espiritismo alivia la amargura de los pesares de la vida, calma la desesperación y las inquietudes del alma; disipa la incertidumbre o el terror acerca del porvenir, aleja la idea de abreviar la vida mediante el suicidio. Por eso mismo, hace dichosos a los que se identifican con él...»
Desde el punto de vista de las religiones:
«... el espiritismo se basa en las verdades fundamentales de todas las religiones, es decir: Dios, el alma, la inmortalidad, las penas y las recompensas futuras. Con todo, es libre de liturgias. Su objetivo consiste en probar, a los que niegan o dudan, que el alma existe y sobrevive al cuerpo, y que después de la muerte, sufre las consecuencias del bien y del mal que ha cometido durante la vida corporal.»
De acuerdo con la creencia en los Espíritus:
«... el espiritismo se encuentra también en todas las religiones, así como en todos los pueblos, porque dondequiera que haya hombres, hay Almas o Espíritus; además, estos se han manifestado en todas las épocas. El relato de esas manifestaciones figura en todas las religiones, sin excepción. Así pues, se puede ser católico –tanto griego como romano–, protestante, judío o musulmán, y sin embargo, creer en las manifestaciones de los Espíritus; por consiguiente, ser espírita.»
En relación con la moral:
«... el espiritismo es esencialmente cristiano, porque lo que enseña no es sino el desarrollo y la aplicación de la moral de Cristo, la más pura de todas, y cuya superioridad nadie cuestiona: prueba evidente de que es la ley de Dios. Esta moral es para todo el mundo. El espiritismo es libre de toda forma de rituales, no prescribe ninguno de ellos, ni se ocupa de dogmas particulares, razón por la cual no constituye una religión, pues tampoco tiene sacerdotes ni templos. A quienes le preguntan si hacen bien al seguir tal o cual práctica, responde: “Si creéis que es una obligación para vuestra conciencia, hacedlo: Dios siempre tiene en cuenta la intención”.»
Complementando el recorrido, podríamos agregar los testimonios de algunos Espíritus que, desde uno u otro lado de la vida, nos animan con sus relatos:
«El retraso en la publicación del Libro de los Espíritus, anunciado desde hace mucho tiempo, puso mi paciencia ante una gran prueba. Felizmente, no dejé de esperarlo, ya que supera todas las expectativas que hubiera podido tener desde su anuncio. Sería imposible describir el efecto que produjo en mí: me siento como un hombre salido de la oscuridad; como si una puerta cerrada hasta ahora, súbitamente hubiera sido abierta; ¡han enriquecido mi mente en unas pocas horas! ¡Oh! Hasta qué punto la humanidad y todas sus miserables preocupaciones me parecen mezquinas y pueriles ante este porvenir, del cual no dudaba, ¡pero me encontraba tan ofuscado por los prejuicios que apenas pensaba! Gracias a la enseñanza de los Espíritus, se presenta bajo una forma muy definida, sorprendente, a la vez grande, bella y en armonía con la majestuosidad del Creador. Quienquiera que lo lea, tal como yo, encontrará en la reflexión de este libro, tesoros inagotables de consuelos, ya que abarca todas las fases de la existencia. He tenido, en mi vida, pérdidas que me afectaron intensamente; hoy ya no me producen ningún pesar y me preocupo sólo en emplear provechosamente mi tiempo y mis facultades para acelerar mi progreso, ya que el bien es ahora un objetivo para mí. Comprendo que una vida inútil es una vida egoísta, que no nos acerca ni un paso hacia la vida futura. ¡Si todos los hombres que piensan como nosotros, pienso que habrá muchos, por el bien de la humanidad, pudieran entenderse, reunirse, actuar con acierto, qué potencial no tendrían para acelerar esta regeneración que se nos anuncia!...»
(D., capitán retirado. Burdeos, 1857).
«Quienes sufren en la Tierra reciben la recompensa en la otra vida. Dios es todo justicia y misericordia para los que sufren en ese mundo. Nuestro Creador les concede una dicha tan pura, una felicidad tan perfecta, que si las pobres criaturas humanas pudieran sondear sus misteriosos designios, no deberían temer a los padecimientos, ni a la muerte. Pero la Tierra es a menudo un lugar de pruebas difíciles, repleto de dolores atroces. Resignaos, si os han herido. Inclinaos ante la suprema bondad del Dios todopoderoso, si Él os sobrecarga con pesados fardos. Y cuando os llame ante su presencia, después de crueles padecimientos, veréis en la otra vida, la vida dichosa, cuán insignificantes eran las dolorosas pruebas que padecisteis en la Tierra. Sólo entonces, descubriréis la recompensa que Dios os reserva, en caso de que ni la queja, ni la crítica hayan penetrado en vuestros corazones. Era muy joven todavía cuando dejé la Tierra. Dios tuvo a bien perdonarme y concederme la vida de los que han respetado su voluntad. Adorad siempre a Dios; amadlo con todo vuestro corazón; orad siempre, orad con firmeza. En eso radica vuestro amparo en la Tierra, vuestra esperanza y vuestra salvación.”»
(Espíritu de quien fuera la Srta. Emma Livry. Centro Espírita de El Havre -Francia-, 1863).
Con su destacada prosa, León Denis se refiere de forma primorosa a la doctrina en sus obras:
«El Espiritismo, ya lo dijimos, no dogmatiza; no es una secta ni una ortodoxia. Se trata de una filosofía viva, patente a todos los espíritus libres y que avanza a través de la evolución. No hace imposiciones de ningún orden, sino que propone y lo hace apoyado en hechos experimentales y pruebas morales; no excluye las demás creencias, sino que se eleva por encima de ellas y las abraza en una fórmula más basta, en una expresión más elevada y extensa de la verdad. Las Inteligencias superiores nos abren el camino, nos revelan los principios eternos, que cada uno de nosotros adopta y asimila, en la medida de su comprensión, consonante al grado de desarrollo alcanzado por las facultades de cada uno en la sucesión de sus vidas.»
«La humanidad se levantará grande y fuerte el día en que esta doctrina, fuente infinita de consuelos, sea comprendida y aceptada. Aquel día, la envidia y el odio se apagarán en el corazón de los pequeños; el poderoso, sabiendo que fue débil, y que puede volver a serlo, que su riqueza es sólo un préstamo de arriba, se volverá más caritativo, más dulce con sus hermanos desgraciados. La ciencia, más completa, fecundada por la nueva filosofía, desterrará de ella las supersticiones, las tinieblas. Ya no más ateos, no más escépticos. Una fe simple, amplia y fraternal, se extenderá sobre las naciones, se acabarán sus resentimientos, sus rivalidades profundas. La Tierra, liberada de las plagas que la devoran, persiguiendo su ascensión moral, se elevará gradualmente en la escala de los mundos.»
Quizás, con anterioridad o durante la lectura, te hayas sentido envuelto en la cuestión que dio nombre a este escrito y que continúes reflexionado sobre otras muchas razones por las cuales elegimos este camino de progreso. Son tantas, tan variadas, amplias y profundas, que se hace inviable resumirlas en este espacio tan limitado.
Es posible que estés considerando, ahora mismo, la claridad y la independencia de pensamiento que propone la Doctrina Espírita.
¡Sí! A los espiritistas nos gusta poder cuestionar libremente, discernir, dudar, opinar, reflexionar, meditar y razonar.
Conforme nos dice el Evangelio:
«De todas las libertades, la que tiene menos posibilidades de ser vulnerada es la de pensar, que incluye también la libertad de conciencia. Censurar a los que no piensan como nosotros es reclamar esa libertad para sí y negársela a los demás, es violar el primer mandamiento de Jesús: la caridad y el amor al prójimo.»
«… el derecho más sagrado que todo hombre tiene de creer en lo que le plazca y de adorar a Dios conforme lo entienda. Obligarlos a actos exteriores semejantes a los nuestros, es poner de manifiesto que se atiende más a la forma que al fondo, a las apariencias más que a la convicción.»
Así mismo, es probable que hayan venido a tu mente palabras como asistencia fraterna, actividad social, divulgación, estudio, educación, acompañamiento, orientación, tratamiento, tanto a Seres encarnados como a desencarnados. Bien como consuelo, conocimiento, esperanza, armonía, libre albedrío, fe razonada, fraternidad, caridad, Amor, entre otras. La propuesta doctrinaria aspira no sólo a nuestro crecimiento intelectual, a nuestro auto-conocimiento y observación, sino fundamentalmente, a nuestra elevación moral de hecho, evidenciable desde el interior hacia el exterior.
Recordemos juntos el lema «Hacia Dios, por la ciencia y el Amor» y la necesidad de mantenernos siempre atentos, con la finalidad de honrar los ambientes de encuentro espírita, como se nos cita en la Revista Espírita de 1862 y el Evangelio según el Espiritismo:
«En todas partes donde haya divergencia de opiniones, habrá una tendencia a luchar para que prevalezca la de cada uno, el deseo de imponer sus propias ideas o su voluntad. De ahí surgen las discusiones, las disensiones, y finalmente la disolución. Esto es inevitable, y es lo que ocurre en todas las sociedades, sea cual fuere su objeto, en las que cada uno pretende avanzar por caminos diferentes. Lo que es necesario en todas esas reuniones, lo es más aún en las reuniones espíritas serias, donde la primera condición es la calma y el recogimiento, que resultan imposibles con discusiones que llevan a perder el tiempo en cuestiones inútiles. En ese caso, los Espíritus buenos se retiran y dejan el campo libre para los Espíritus embrolladores. Por eso, son preferibles los pequeños grupos. En ellos, la homogeneidad de principios, de gustos, de caracteres y de costumbres, condición esencial de una buena armonía, se obtiene más fácilmente que en las grandes asambleas.»
«… Quien conoce los preceptos de Cristo y no los practica, por cierto, es culpable. No obstante, aparte de que el Evangelio que contiene esos preceptos está difundido exclusivamente en el ámbito de las sectas cristianas, incluso dentro de esas mismas sectas, ¡cuántas personas hay que no lo leen!; y entre las que lo leen, ¡cuántas hay que no lo comprenden! De ahí resulta que las palabras de Jesús son desaprovechadas por la mayoría de los hombres.
La enseñanza de los Espíritus, que reproduce esas máximas bajo diferentes aspectos, que las desarrolla y las comenta con el fin de ponerlas al alcance de todos, tiene la particularidad de que no está circunscripta. Todos, sean letrados o iletrados, creyentes o incrédulos, cristianos o no, pueden recibirla, puesto que los Espíritus se comunican en todas partes. Ninguno de los que reciben esa enseñanza, directamente o por intermedio de otros, puede alegar desconocimiento, como tampoco puede excusarse con su falta de instrucción, ni con la oscuridad del sentido alegórico de esas máximas. Aquel, pues, que no saca provecho de ellas para mejorar, que las admira como a cosas interesantes y curiosas, sin que penetren en su corazón, que no se vuelve menos vano, ni menos orgulloso, ni menos egoísta, ni menos apegado a los bienes materiales, ni mejor para con su prójimo, es mucho más culpable, porque cuenta con más elementos para conocer la verdad.»
Extendiendo las fronteras del invaluable aporte que el Espiritismo brinda a cada uno de nosotros, se encuentra presente un factor colectivo, ligado a ese “cuadro” que representa a la familia humana. Con la apetencia de que día tras día nos vayamos convirtiendo en frutos por los que se reconoce un buen árbol, con el afán de seguir “pintando paisajes” sobre las enseñanzas de Cristo, abrigamos el deseo de expandirlas, desde la teoría y desde la práctica, con gratitud e integridad; para que esté a disposición de los Seres; para que todo aquel que quiera progresar espiritualmente, cuente con recursos y Espíritus (a uno y otro lado de la vida) que lo acompañen a lograrlo.
«Amigos míos, agradeced a Dios que os ha permitido que pudieseis gozar de la Luz del Espiritismo. Esto no significa que solamente quienes poseen esa luz serán salvados, sino que, al ayudaros a comprender mejor las enseñanzas de Cristo, os hace mejores cristianos. Así pues, haced que, cuando os observen vuestros hermanos, puedan decir que el verdadero espírita y el verdadero cristiano son una sola y la misma persona, dado que todos los que practican la caridad son discípulos de Jesús, sea cual fuere el culto al que pertenezcan.» (Pablo, apóstol. París, 1860).
Bibliografía consultada:
Denis, L. (1884). El porqué de la vida. Centro Espírita Léon Denis, Madrid, España.
Denis, L. (1905). El problema del Ser, del destino y del dolor. Biblioteca de Curso Espírita.
Kardec, A. (1858). Revista Espírita. Confederación Espiritista Argentina.
Kardec, A. (1862). El Espiritismo en su más simple expresión. Consejo Espírita Internacional.
Kardec, A. (1862). Revista Espírita. Confederación Espiritista Argentina.
Kardec, A. (1864). El Evangelio según el Espiritismo. Consejo Espírita Internacional.
Kardec, A. (1865). El Cielo y el infierno. Consejo Espírita Internacional.
Kardec, A. (1868). Revista Espírita. Confederación Espiritista Argentina.
Xavier, F. C., Vieira, W., Espíritus diversos. (2011). El Espíritu de la Verdad. Federação Espírita Brasileira.
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