La Génesis según el Espiritismo
- Visión Espírita
- 5 oct
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CAP. XII Parte II - El Paraíso Perdido
Vera Lucia Dalessio

Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado y hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista y bueno para comer. También puso el árbol de vida en medio del huerto y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Todo era hermoso a la vista y bueno para comer.
Tomó pues Jehová Dios al hombre y lo puso en el huerto de Edén para que lo labrara y lo guardase diciendo «De todo árbol del huerto podrás comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás porque el día que de él comieres ciertamente morirás».
Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del tiempo que Jehová Dios había hecho, y dijo a la mujer «No comáis de ningún árbol del jardín» y la mujer respondió a la serpiente que Dios le había dicho «No comeréis de él ni lo tocaréis, para que no muráis». Entonces la serpiente dijo a la mujer: «No moriréis sino que sabe que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos y seréis como dioses sabiendo el bien y el mal».
Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer y que era agradable a los ojos y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría. Y tomó de su fruto y comió. Y vio también su marido, el cual comió así como ella.
Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba por el huerto. Y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Dios entre los árboles del huerto y tuvieron miedo porque estaban desnudos.
2
Y Jehová Dios maldijo a la serpiente que engañó a la mujer, diciendo «Sobre tu pecho andarás y polvo comerás todos los días de tu vida».
Y a la mujer le dijo: «Multiplicaré en gran manera los dolores de tus preñeces. Con dolor darás a luz los hijos y tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará en ti».
Y al hombre le dijo «Maldita será la tierra por tu causa. Con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra porque de ella fuiste tomado, pues polvo eres y al polvo volverás». Y los echó del huerto del Edén.
Escondida tras una imagen pueril y a veces ridícula si nos atenemos a la forma, la alegoría oculta a menudo las verdades más profundas. Pero al mismo tiempo si buscamos su sentido moral ¿qué imagen profundamente filosófica y verdadera podemos encontrar? Podemos decir del Génesis que contiene grandes verdades morales, que están sin embargo ocultas tras figuras materiales las cuales, tomadas al pie de la letra, resultan tan absurdas como si creyéramos en las veracidad de las escenas y de los diálogos atribuidos a los animales de nuestras fábulas.
Adán personifica a la Humanidad. Su falta simboliza la debilidad del hombre, en quien predominan los instintos materiales a los cuales no sabe hacer frente.
El árbol de la vida constituye el emblema de la vida espiritual,
así como el árbol de la ciencia simboliza la conciencia que el hombre adquiere del bien y del mal mediante el desarrollo de su inteligencia y de su libre albedrío, en virtud del cual elige entre ambos. Él señala, además, el momento en que el alma del hombre deja de guiarse exclusivamente por sus instintos, toma posesión de su libertad y aprende a responsabilizarse por sus actos.
El fruto del árbol representa el objetivo de los deseos materiales del hombre, muestra su envidia y concupiscencia. Por lo tanto, si el hombre se agarra a la tierra se aleja de su destino espiritual.
Cuando se refería a su muerte, es evidente que Dios no se refería a su muerte corporal (ya que después de su falta Adán vive aún mucho tiempo), sino a la muerte espiritual o la pérdida de los bienes que resultan del progreso moral. Su expulsión del jardín de las delicias es la imagen de esa pérdida.
Alegóricamente se atribuye a la figura de la serpiente la imagen del encantamiento, de la seducción, la adivinación de las cosas ocultas.
Dios no había creado a Adán y a Eva con el propósito de que permaneciesen solos sobre la Tierra. Las palabras que les dirige inmediatamente después de su creación lo prueba: «Y los bendijo y les dijo: Fructificad y multiplicaos, llenad la tierra y sojuzgadla». Siendo que la multiplicación del hombre ya era ley en el paraíso terrestre, su expulsión del mismo no puede haber sido motivada por el hecho supuesto.
Ningún teólogo ha podido definir con lógica la verdadera falta cometida que provocó la reprobación a perpetuidad de todos los descendientes de quien la cometió. No hay lógica en que Dios les castigara recién salidos de la nada, pues sin experiencia alguna sobre las cosas concernientes a la vida pecaron como niños que actúan sin discernimiento. El paraíso terrenal del cual se han buscado inútilmente las huellas sobre la Tierra era el símbolo del mundo feliz en el que Adán vivió o, más correctamente, la clase de espíritus que Adán representa. La expulsión del paraíso marca el momento en el que esos espíritus vienen a encarnar entre los habitantes de este mundo y el cambio consiguiente que se opera en la situación de ellos.
Si nos atenemos al texto del Génesis llegamos a las siguientes conclusiones: Adán y Eva se hallaban solos en el mundo después de su expulsión del paraíso terrenal, sólo posteriormente tienen hijos: Caín y Abel. Ahora bien, al matar a su hermano, Caín se retiró a otra comarca donde construyó una ciudad que edificó para él, su mujer y su hijo y tuvo ayuda para hacerlo. Si existían sobre la Tierra otros hombres fuera de la familia de Adán significa que en ella se encontraban viviendo seres con anterioridad a la llegada de él, de donde surge una conclusión sacada del mismo texto del Génesis: Adán no es ni el primero ni el único padre del género humano. Y no volvió a ver a sus padres, quienes se hallaron otra vez solos. Sólo mucho tiempo después, a la edad de ciento treinta años, Adán tuvo su tercer hijo al que llamó Set. Vivió aún, según la genealogía bíblica, ochocientos años y engendró hijos e hijas.
Eran necesarios los conocimientos que el Espiritismo trajo para clarificar las partes correspondientes a la génesis espiritual. Estos conocimientos tratan de las relaciones existentes entre el principio espiritual y el material, de la naturaleza del alma, su creación en estado simple e ignorante, su unión con el cuerpo, su marcha progresiva e indefinida a través de existencias sucesivas y de distintos mundos que son otros tantos escalones en el camino del perfeccionamiento. Su liberación paulatina de la influencia de la materia mediante el uso del libre arbitrio, la causa de sus inclinaciones buenas y malas y de sus aptitudes, el fenómeno del nacimiento y de la muerte, el estado del espíritu en la erraticidad y, finalmente, el porvenir que es el premio a sus esfuerzos por mejorar y a su perseverancia en el bien.
Gracias a este esclarecimiento el hombre sabe de ahora en adelante de donde viene, hacia dónde va, por qué está en la Tierra y por qué sufre. Sabe que el futuro está en sus manos y que la duración de su cautiverio en este mundo depende de él.
El Génesis fuera de la alegoría estrecha y mezquina se convierte en algo grande y digno de la majestad, de la bondad y de la justicia del Creador. Visto de este modo el Génesis confundirá la incredulidad y la vencerá.