La Génesis según el Espiritismo
- Visión Espírita
- 21 mar
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Cap. XI - Parte III. Reencarnación
Vera Lucia Dalessio

El principio de la reencarnación es una consecuencia lógica de la ley del progreso. ¿Cómo explicaríamos la diferencia entre el estado social actual y la barbarie de otros tiempos? Si las almas fueran creadas al mismo tiempo que el cuerpo, las que naciesen hoy serían totalmente nuevas y primitivas, igual a las que vivieron hace mil años. Y preguntamos: ¿por qué Dios dotara con más prodigalidad a almas actuales que a sus antecesoras?, más inteligencia, instintos más depurados y costumbres más dulcificados? ¿Cómo poseen la intuición de las cosas sin haberlas aprendido? De ser así, teníamos que admitir que Dios crea almas diferentes, según el momento y el lugar, proposición inconciliable con su justicia soberana.
La explicación lógica de la causa del progreso social sería la consideración que las almas actuales ya vivieron en tiempos pasados, y pueden haber sido bárbaras, conforme la época que se las engendró, pero que fueron progresando y evolucionando a cada nueva existencia, se perfeccionando por sí mismas, con el transcurso del tiempo.
En la Tierra encontramos todos los grados de inteligencia y moralidad, desde el salvajismo cercano a la animalidad hasta la civilización más avanzada. Por eso, precisamente, Dios dispone de la barbarie y de la civilización, del bien y del mal, de la ignorancia y del saber, todos conviviendo unidos. Precisamente ese contacto es el que ayuda a los atrasados a avanzar.
No hay necesidad de cambiar de mundos para progresar,
pues sería una traba, ya que el espíritu estaría privado del ejemplo que le ofrece los grados y no tendría la posibilidad de repasar sus errores en el mismo medio y ante quienes hubiese ofendido; posibilidad que constituye para él, el más poderoso medio de adelanto moral. Esa convivencia forma los lazos de amistad y los lazos de familia.
Si mudasen de mundo a cada reencarnación, además de esos lazos morales, se distinguirían los lazos materiales, la naturaleza de los elementos, las leyes orgánicas y las condiciones de vida que varían según los mundos, una vez que no hay dos que sean perfectamente idénticos. Nuestros adelantos en física, química, anatomía, medicina y botánica de nada valdrían. Pero lo que se aprende no está perdido, porque el aprendizaje desarrolla la inteligencia y nos proporciona nuevas ideas. El espíritu debe permanecer en el mismo mundo hasta que haya adquirido la suma de los conocimientos y el grado de perfección que él le pueda ofrecer. Esta es la razón por que hay múltiples reencarnaciones de un mismo espíritu en la Tierra. Y las muertes prematuras les da, muchas veces, la oportunidad de volver a estar entre las personas con quien aún necesita estar para arreglar sus carencias afectivas o morales.
Emigración e inmigración de los espíritus
Erraticidad es el estado en que los espíritus están entre una existencia corporal y otra, y componen la población espiritual ambiente del globo.
Por medio de las muertes y los nacimientos, estas dos poblaciones se vierten incesantemente una en la otra. Diariamente hay emigraciones del mundo corporal al espiritual e inmigraciones del mundo espiritual al mundo corporal. Tal es el estado normal. En ciertas épocas, que son reguladas por la sabiduría divina, se operan en masa, como consecuencia de grandes revoluciones, cuando muchos seres parten al mismo tiempo y son rápidamente reemplazadas por cantidades equivalentes de encarnaciones.
Si en esas catástrofes se produce una destrucción muy grande de cuerpos, ningún espíritu perecerá, se limitarán a cambiar de ambiente y operar una transformación en la población espiritual, que es la población normal y activa del planeta.
De esa manera las renovaciones rápidas y casi instantáneas que se operan en el elemento espiritual de la población apuran y agilizan el progreso social. Al mestizarse las nuevas razas de espíritus con las ya existentes, emergerán nuevas razas de hombres. Como los espíritus no pierden nunca lo ya adquirido, traen con ellos la inteligencia y la intuición de los conocimientos que poseen.
Raza Adámica
Por la enseñanza de los espíritus, una de esas colonias de espíritus llegada de otra esfera fue la que originó la nueva raza simbolizada por Adán. La Tierra estaba poblada desde hacía mucho tiempo cuando llegaron los espíritus que componían tal colonia. Eran más adelantadas, más trabajadoras, más hábiles en las artes y las ciencias y más inteligentes que las que les precedieron y las impulsionaron a progresar.
Desde el punto de vista fisiológico, ciertas razas presentan características físicas especiales que impiden asignar a todas un origen común. Por ejemplo la raza negra debe su color a un tejido subcutáneo particular, propio de la especie, llamado melanina. Consideramos que las razas negra , mongólica, y caucásica tuvieron orígenes propios y nacieron simultánea o sucesivamente en diferentes partes del globo. Sus cruces produjeron razas mixtas secundarias. Eso vale también para los animales, en cuanto a la pluralidad de orígenes.
Una rigurosa lógica, corroborada por los hechos, demuestra de la manera más perentoria, que el hombre se halla en la Tierra, desde un tiempo indeterminado, muy anterior a la época que señala la Génesis. Existe, de igual forma, una diversidad de orígenes primitivos. Si la Geología lograra descubrir huellas auténticas de la presencia humana antes del gran diluvio, la demostración sería más completa.
Doctrina de los ángeles caídos y del paraíso perdido
Los mundos progresan físicamente por la elaboración de la materia y moralmente por la depuración de los espíritus que en ellos viven.
Cuando un mundo llega a uno de esos períodos de transformación que lo hará ascender de jerarquía, se operan mutaciones en su población encarnada y desencarnada.
Aquellos espíritus que, a pesar de su inteligencia y su saber, perseveran en el mal, en su rebeldía contra Dios y sus leyes, son una traba para el progreso moral ulterior, una causa permanente de inquietud para el reposo y la felicidad de los buenos. Por esa razón, son excluidos y enviados a mundos menos adelantados, donde aplicarán su inteligencia y la intuición de los conocimientos adquiridos para ayudar a progresar a quienes los rodean, al mismo tiempo que expiarán a través de una serie de penosas existencias, caracterizadas por un trabajo duro, sus faltas y su endurecimiento voluntario. Esos son los ángeles o espíritus caídos enviados en misión expiatoria.
Al mismo tiempo que los malos abandonan el mundo que habitaban, otros espíritus mejores los reemplazan. Así es como la población espiritual se renueva y purga de sus peores elementos, con lo cual el estado moral del mundo mejora.
Al relegar a esta raza a un mundo de trabajo y sufrimiento, Dios les envió un Salvador, quien le señalaría la ruta a seguir en el camino de la bienaventuranza. El envió en persona de Cristo, enseñó la ley de amor y caridad, desconocida por ellos, la que debía ser la verdadera áncora de su salvación.
La doctrina popular del pecado original implica la necesidad de establecer una relación entre las almas de la época de Cristo y las del tiempo de Adán. En consecuencia, es preciso aceptar la reencarnación.
Decid que todas esas almas formaban parte de la colonia de espíritus exiliados de la Tierra en tiempos de Adán y que se hallaban mancilladas por los vicios que motivaron su exclusión de un mundo mejor, y tendréis la única interpretación racional del pecado original, pecado propio de cada individuo.
Decid que esas almas, o espíritus renacen en la Tierra incorporadas en la vida material, en múltiples oportunidades para progresar y depurarse y que Cristo llegó para iluminar a esas mismas almas, no sólo en razón de sus vidas pasadas, si no en vista de sus existencias ulteriores y únicamente entonces daréis a su misión la dimensión real y formal que puede ser aceptada por la razón.