Reportaje
- Visión Espírita
- 21 jun
- 8 Min. de lectura
Presentación del Libro Vidas Entrelazadas
Por Jordi Santandreu

Vidas Entrelazadas es una novela de ficción, una historia inventada, pero como sucede en muchas novelas de ficción está inspirada en hechos reales, en una biografía de carne y hueso. Es algo que suele ocurrir: que el primer libro que publica un autor novel esté basado en experiencias personales, situaciones intensas que le empujan a escribir.
La experiencia que está detrás de esta historia es la muerte de mi madre y en la Introducción del libro cuento algunos detalles de cómo ocurrió.
Ella murió de un infarto, que es la principal causa de muerte natural. ¡Hemos de cuidar el corazón!
Lo malo del infarto es que te puede coger en cualquier parte, en cualquier momento inesperado. ¡No pregunta!
Muchos de nosotros habremos vivido muertes inesperadas de familiares o amigos y cuando así sucede, de repente, el shock es más intenso. Cuando es una muerte anunciada por una enfermedad que progresa lentamente te da más tiempo para procesarlo, el duelo comienza mucho antes y se transita por él normalmente, con más facilidad. En cualquier caso, sea por un motivo o por otro, morir no es fácil. En gran medida porque no se nos prepara. No se nos enseña ni al que se va ni al que se queda a conducirnos por ese trámite de una forma sana. En general se evita hablar del tema, se esconde o se maquilla. Recuerdo el velatorio de la madre de un amigo. Habían maquillado tan bien a la difunta que parecía perfectamente viva. ¡Chocaba verla así! Entré a despedirme del cuerpo en la salita en la que tenían el féretro y me quedé chocado. Mi mente no acababa de entender qué sucedía porque su piel era tan rosada, tan brillante, su pelo y sus labios tan bien acondicionados... ¡Parecía que se iba a despertar en cualquier momento!
Hablar de la muerte es terapéutico
Hablar de la muerte nos ayuda a liberarnos del miedo, a procesarla de una manera natural, como en su momento se hizo con el SIDA o con la discapacidad o actualmente con el suicidio y las enfermedades mentales.
Hablar de la muerte y perderle el miedo, incluso puede hacer que disfrutemos más de la vida porque no cargamos más con ese peso. Nos ayuda a valorar mejor lo que es importante y al sintonizar con lo que es más importante somos más felices y perdemos menos el tiempo en tonterías.
Y porque, por supuesto, hablar de la muerte nos hace preguntarnos qué hay más allá.
¿Nos vamos de vacaciones al paraíso a disfrutar de suculentos manjares y música de harpa hasta el fin de los tiempos? Algunos quizás ¿acabarán ardiendo en el fuego eterno? ¿Es el fin de todo? O bien … ¿Nos reencontraremos con nuestros seres queridos? ¿Podremos volver a abrazarles?
Vidas Entrelazadas trata de responder a estas preguntas a través de una historia sencilla y fácil de leer. Está ambientada en la India y en el Hinduismo, que es una de mis grandes pasiones. A Khalil, el joven protagonista, se le muere la madre inesperadamente y para superar el dolor pide consejo a un gurú (un maestro) que le habla del significado de la muerte y de la vida en el más allá. Frecuenta varios ashrams (residencias espirituales) en diferentes ciudades sagradas como Benarés o Bodh Gaya, enfrentándose a pequeños desafíos para dar un poco de ritmo a la narrativa.
Llevo al lector a sus calles polvorientas y repletas de personas, vacas, rickshaws (algo así como un bici-taxi) y mercados abarrotados y llenos de color en los que podemos oler el perfume del incienso que asciende en el aire haciendo tirabuzones, mientras imaginamos las estatuas majestuosas de los dioses del panteón hindú, de Shiva, de Visnú y de Brahma, ante las cuales los peregrinos se inclinan respetuosamente. Sin dramas, desde una perspectiva racional y espírita, la obra ofrece argumentos válidos para cualquier persona, independientemente de la religión que profese.
Está especialmente indicada para un público que no tiene grandes conocimientos en espiritualidad, un público joven que siente curiosidad o un interés incipiente en estos temas tan bonitos.
Por eso elegí una editora comercial no espírita, porque pienso que debemos abrirnos a la sociedad, salir del centro espírita y darnos a conocer para ir disolviendo los malentendidos y los prejuicios que la gente desconocedora alimenta en torno de la palabra espiritismo.
Quería aprovechar precisamente para agradecer a la Editorial Amat, en particular a Pere Trilla y a Francesc Tresens, por darme esta oportunidad. Invertir en un escritor novel no debe ser fácil para ellos y bueno, como mínimo, quiero dejar aquí unas palabras de consideración y gratitud a todo el equipo de Amat, incluida por supuesto la simpatiquísima Mireia Purroy.

Comencé a escribirlo a principios de 2022 sin grandes pretensiones, como un ejercicio de reflexión y autoconocimiento y casi sin quererlo fue apareciendo de la nada una historia que adquiría vida propia. Los personajes iban revelándose de una manera a veces caprichosa, casi espontánea. No tenía una idea preconcebida, ni un guion, ni un esquema… Simplemente me concentraba profundamente después de dedicar unos minutos a la meditación. Escribía de noche, con música de relajación de fondo, la luz de unas velas y pedía inspiración al mundo espiritual para que me asistiera en ese ejercicio.
Esto a algunas personas les puede chocar, pero pienso que en este libro también ha participado un ser espiritual que ha creído conveniente ayudarme en esta tarea. Nosotros los espíritas sabemos bien que todos tenemos una musa, un ángel que nos susurra ideas al oído, que nos conduce sin darnos cuenta. Vivimos entrelazados con seres que pueblan el lado invisible de la vida, personas como tú y como yo que han dejado el cuerpo pero que continúan perfectamente vivas en espíritu y nos acompañan todos los días y participan en nuestra vida mucho más de lo que podemos imaginar.
Otras fuentes de inspiración
Quería contaros también que hay dos libros, como mínimo, que sin lugar a dudas han inspirado esta novela.
El primero recuerdo que lo leí cuando era adolescente: se llama El Yogui, de Ramino Calle, un maestro de yoga fantástico que vive en Madrid. A pesar de que es un libro bastante largo ¡lo leí hasta el final con devoción!
El protagonista de esa historia se llama Ananda y es un joven que vive como Khalil, el protagonista de mi novela. Me encanta Ramiro. De hecho le pedí que escribiera el prólogo de Vidas pero no tuve suerte. Aun así lo admiro muchísimo y quién sabe si más adelante se anima.
Otro gran referente e inspiración para esta novela que acabo de publicar es Paramahansa Yogananda, un gran maestro de yoga que escribió un libro maravilloso que también os recomiendo: Autobiografía de un Yogui.

A los pocos meses de comenzar a escribir tuve la intuición de que a mi madre no le quedaba mucho tiempo de vida.
Ella ya decía que ya había cumplido todo lo que tenía que hacer en esta vida, que deseaba irse tranquila, no dar trabajo a nadie en la vejez… Yo la veía algo más cansada pero su salud era bastante buena aparentemente. Y a medida que esta intuición crecía, Vidas Entrelazadas también concretaba la trama.
La historia tomaba un rumbo determinado: de alguna manera la novela me fue preparando sin yo saberlo para lo que sucedió el 17 de setiembre de 2022.
Recuerdo cada detalle.
Me tocó conversar con el servicio de emergencias médicas que la atendió en el lugar donde se encontraba. Estaba practicando natación, un deporte que le encantaba. Yo estaba en otra sala en esas mismas instalaciones.
¡Un guion inimaginable!
Me fueron a buscar rápidamente y me llevaron junto a la enfermera.
_ Siéntate -me dijo con expresión muy seria-. Tengo que explicarte algo.
Agradezco el cuidado y la amabilidad que tuvo conmigo. Profesionales como ella tienen un trabajo extremadamente difícil y meritorio, enfrentando todos los días el dolor y la desesperación humana.
Fue una conversación breve en la que me alertaba con prudencia de la gravedad de la situación. La vida de mi madre pendía de un hilo y ya se encontraba camino del hospital. Recogí sus cosas de la taquilla y salí de allí rápidamente. Llamé en seguida a mis hermanos, comenzando por el mayor.
La información que me habían dado no era del todo concluyente aunque las probabilidades de sobrevivir parecían escasas. No pude hacer más que decirles que nuestra madre había sufrido un accidente y que estaba siendo trasladada al hospital del Valle Hebrón. Una vez allí se confirmaron los peores pronósticos. Fueron llegando mis hermanos y uno a uno les conté lo sucedido. Fueron momentos complicados.
Aunque suene extraño, la muerte de mi madre no fue del todo inesperada. Tres semanas antes, en sueños, ella ya me lo había advertido.
_ Hijo -me dijo- me voy.
_ Sí hombre ¿qué me estás diciendo? -le respondí.
Estaba sentado en la terraza, rodeado de las plantas que a ella tanto le gustaba cuidar. Se sentía muy orgullosa de sus geranios y, sobre todo, del delicado jazmín. Ella aparecía de pie a mi derecha.
_ Así ha de ser Jordi.

Desperté llorando. Todavía era de madrugada.
Desde hacía unos meses ella comentaba que ya podía irse tranquila, que había cumplido su misión con creces y que no quería pasar sus últimos años de vida siendo una carga para los demás. La notaba cansada, agobiada, aburrida de la vida, y me esforcé por complacerla sabiendo intuitivamente que el fin podría estar cerca. Así que hice todo lo posible por ser más cariñoso, por pasar más tiempo con ella, por dedicarle palabras más amables, por colmarla con todos los caprichos que sospechara que a ella le apetecían.
Con mi padre pasó algo parecido: un año antes de su muerte pasé a soñar de manera recurrente en su partida.
Pienso que todos nosotros, de manera general, sabemos anticipadamente el momento aproximado en el que nos visitará la vieja amiga. De una manera silenciosa nos lo decimos los unos a los otros: quien se va, lo advierte.
Hay que estar abierto a la comunicación espiritual, naturalmente, para poder captar esa información.
Quien se encuentra sumergido en el torbellino de lo mundano difícilmente accederá a ese tipo de interacciones más sutiles.
¿Será el inconsciente que capta algunas señales imperceptibles a simple vista?
¿Será el miedo a la separación que se proyecta en el mundo onírico o subconsciente?
Quizás.
Hay, sin embargo, casos en los que no parece haber ninguna evidencia médica que vaticine alguna dificultad en ese sentido, ni miedos conscientes o reprimidos que deban proyectarse.
El mensaje se percibe sin una causa aparente, sin un emisor que podamos identificar.
En esta obra también hablo de ello, de la interacción entre los dos planos de la vida.
Cuando abandonamos el cuerpo, que muere, seguimos vivos en otra dimensión y el afecto que nos une los unos a los otros sigue tan o más vivo que antes.
El odio, los apegos y las perturbaciones no se eliminan de la noche a la mañana y también nos acompañan temporalmente hasta resolverlos en el otro lado.
Cuando nacemos no lo hacemos solos, nos acompaña nuestra madre, el personal médico, posiblemente el padre y, muy cerca, otros familiares y amigos.
Cuando morimos sucede de manera parecida: tampoco estamos solos, nos acompañan familiares y otros afectos.
De acuerdo con las circunstancias que envuelven a cada persona durante su vida, así será lo que encontrará después de la muerte. El mundo de la materia es así de fugitivo, nada permanece por mucho tiempo.
Nada nos pertenece.
Ni siquiera una vida entera es demasiado tiempo, aunque nos lo parezca.
Es un instante fugaz que se nos escurre entre los dedos.
Esta vida del cuerpo no es, sin embargo, más que una estación breve en la escuela de la experiencia y aquí regresaremos las veces que sean necesarias para seguir aprendiendo a ser mejores seres humanos.
Entre una y otra experiencia en la carne la vida prosigue en el mundo espiritual donde nos reencontraremos, mamá, para colmar la nostalgia y abrazarnos con unos brazos más sutiles y luminosos y prepararnos juntos para nuevas y apasionantes aventuras.