El Evangelio en el hogar
Flavia Roggerio
Los males de la Humanidad tienen su origen en la imperfección del hombre; por sus vicios se dañan unos a otros. En tanto que los hombres sean viciosos serán infelices porque la lucha de los intereses engendrará sin cesar las miserias. Las buenas leyes contribuyen sin duda al mejoramiento social pero son impotentes para asegurar la dicha de la Humanidad porque reprimen y no extirpan las malas pasiones, porque son más coercitivas que moralizadoras, porque no fiscalizan más que los actos más sobresalientes y dejan de lado las causas. Por lo mismo la bondad de las leyes está en razón de la bondad de los hombres, tanto que aquellos que estén dominados por el orgullo y el egoísmo harán leyes en provecho de las ambiciones personales. La ley civil sólo modifica la superficie; la ley moral es la que penetra en el fuero interno de la conciencia reformándola.
Está comprobado que para evitar el disgusto causado por el contacto de los vicios de los hombres malhechores, el único remedio es elevar el nivel moral. Una vez que en las imperfecciones se encuentra la causa de los males, la dicha aumentará a medida que los vicios disminuyan. Así es la ley de Causa y Efecto. El principio del mejoramiento está en la naturaleza de las creencias porque ellas son el móvil de las acciones que modifican el sentimiento. El hombre que trabaja seriamente por su propio mejoramiento asegura su dicha en esta vida y obtiene la satisfacción de su conciencia, viéndose exento de las miserias materiales y morales que son las consecuencias inevitables de sus imperfecciones. Obtendrá la calma porque las vicisitudes sólo lo rozarán levemente; gozará la salud porque su cuerpo no se entrega jamás a los excesos; poseerá riquezas porque la riqueza mayor es saberse contentar con lo necesario; gozará de la paz del alma porque no se rodeará de necesidades ficticias ni será atormentado por la sed de los honores y de lo superfluo, porque no conocerá la fiebre de la ambición, de la envidia y de los celos.
Siendo indulgente para con las imperfecciones ajenas, que le excitarán su piedad y no su cólera, evitando todo lo que pueda perjudicar a su prójimo en palabras y acciones y queriendo por el contrario todo aquello que pueda ser útil y agradable a los demás, nadie sufrirá con su contacto. Se asegura su felicidad en la vida futura porque cuanto más depurado esté más se elevará en la jerarquía de los seres inteligentes y más pronto abandonará este mundo de expiación y prueba por los mundos superiores; porque el mal que haya reparado en esta vida no tendrá que repararlo en otras existencias; porque en la erraticidad no encontrará más que seres amigos y simpáticos y no estará atormentado por la vista incesante de aquellos que tuvieran que compadecerlo.
Con la fe en la vida futura el círculo de las ideas se ensancha, el porvenir está en el presente y el progreso personal tiene un objeto, una utilidad efectiva. De la continuidad de las relaciones entre los hombres nace la solidaridad; la fraternidad se funda en la ley de la naturaleza y en el interés de todos. La creencia en la vida futura es, pues, el elemento del progreso, porque es el estimulante del espíritu. Sólo ella nos puede dar valor en las pruebas porque sólo ella nos suministra la razón de sí mismas y nos exhorta a la perseverancia en la lucha contra el mal si queremos alcanzar nuestro destino.
La Doctrina Espírita marca una etapa importantísima en el progreso humano, no impone una creencia sino que invita al estudio depurando la razón, el sentimiento y satisfaciendo la conciencia.
En las últimas ediciones hemos discurrido sobre la fuerza de la buena conducta y de los buenos pensamientos y como estas decisiones pueden afectar nuestra existencia en la Tierra. En cómo el cuidar de nuestra energía puede hacer toda la diferencia en nuestras vidas. Muchas personas se preguntarán de qué manera pueden poner en práctica lo aprendido con las lecturas hasta aquí y cómo pueden seguir aprendiendo. Pues el “Evangelio en el Hogar” es un camino muy sencillo y al alcance de todos.
Se entiende por "Evangelio en el Hogar" la reunión de la familia para el estudio del Evangelio y la oración en conjunto. Es un momento, en día y hora previamente marcados, cuando los miembros del núcleo familiar se unen para estudiar «El Evangelio según el Espiritismo» de manera sistemática, para comprender las lecciones de Jesús «en espíritu y verdad» y aplicarlas en la vida diaria.
El Evangelio bien comprendido puede ser mejor sentido y ejemplificado. De esta manera se mantiene el hábito del estudio y de la oración en familia, fortaleciendo la amistad y el sentimiento de fraternidad que debe existir en cada uno y unir a todos. Los corazones que vibran unidos fortalecen los lazos de amor. También mantiene en el ambiente doméstico momentos de paz y de comprensión, higienizando el hogar a través de pensamientos y de sentimientos elevados, lo que facilita el amparo de los Mensajeros del Bien que vienen en nombre de Jesús. Cuando Cristo entra en casa el hogar se transforma en templo de luz. Fortalece en los integrantes del hogar el coraje y la esperanza, la alegría y la buena voluntad para con todos. Condiciones necesarias para vencer las dificultades materiales y espirituales de la vida en el mundo. Vibraciones fortificadas en el bien robustecen el alma para las luchas redentoras.
Cómo realizar el evangelio en el hogar
Explicamos las pautas para la realización del Evangelio en el Hogar para aquellos que quieran probar los beneficios de esta reunión:
1.- Escoger un día y una hora de la semana en que sea posible la presencia de todos los familiares o de la mayor parte de ellos, inclusive los niños. Observar rigurosamente el día y el horario establecido para el Evangelio en el Hogar.
2.- Reunir a los familiares y posibles amigos que estén presentes en un lugar de la casa donde puedan estudiar y orar tranquilamente sin ser interrumpidos. Nada debe interferir en la realización de la reunión: ni visitas, ni llamadas telefónicas, ni conversaciones.
3.- Colocar, por cada persona presente, un pequeño vaso con agua para ser magnetizada por las buenas vibraciones. El agua, ingerida, transmitirá fluidos que revitalizan.
4.- La reunión podrá ser dirigida por el responsable de la familia o por quien él determine. Éste escogerá quien hará la oración inicial, quién hará la lectura, quién las vibraciones y quién hará la oración final de la reunión. Organización en las funciones y disciplina darán mayor seguridad y aprovechamiento a la reunión.
5.- Iniciar la reunión con una oración corta, simple y espontánea en que el corazón más que las palabras solicite la presencia de Jesús y de los amigos espirituales que velan por el hogar. El pensamiento bien dirigido atraerá las bendiciones de lo Alto.
6.- Hacer la lectura en secuencia de un trecho de «El Evangelio según el Espiritismo». En seguida cada participante tratará de comentarlo con simplicidad, buscando la esencia del pensamiento evangélico y su aplicación en la vida diaria. Cada uno debe comentar el párrafo que más le gustó, el que halló más bonito e importante. Todos pueden hablar con simplicidad y sin miedos para que el tema quede bien comprendido.
7.- Hacer una vibración, oración direccionada, con palabras simples el participante encargado de hacerla encaminará los pensamientos pidiendo:
a) protección para el hogar, apartando las vibraciones enfermas que pudieran estén envolviéndolo;
b) protección para los familiares presentes o ausentes, los amigos y los vecinos;
c) asistencia espiritual a todos los enfermos, para ancianos y niños, para jóvenes, para desencarnados, para toxicómanos, encarcelados, suicidas y otros;
d) paz para su barrio, para su ciudad, para su país y el mundo;
e) vibraciones para casos especiales;
f) la fluidificación del agua. La vibración de amor es el vehículo natural de la paz.
8.- Hacer la oración final o de cierre, con palabras sencillas de agradecimiento a Dios, a Jesús y a los amigos espirituales.
Recomendaciones:
No permitir conversación poco digna antes, durante o después de la reunión.
No permitir comentarios poco edificantes sobre tragedias, personas o religiones.
No suspender la reunión por motivo de visitas inesperadas (éstas serán invitadas a participar), paseos o acontecimientos fútiles.
Los niños presentes serán invitados a participar de las actividades de la reunión, con un canto o una poesía de fondo moral elevado, contando una historia o haciendo una oración, o inclusive participando de los comentarios de todos conforme su edad, capacidad o posibilidad.
La reunión deberá tener una duración entre 30 minutos y 1 hora.
Cuando el Evangelio penetra en el hogar, el corazón abre más fácilmente la puerta al Maestro Divino. ¿Por qué no organizar un tiempo en la agenda familiar para reflexionar sobre las enseñanzas de Jesús? ¿Te apuntas?