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La vida de Amalia Domingos Soler - Parte 2/2

 

Pilar Domènech















A principios de la década de 1870, Amalia profundiza en el estudio del Espiritismo. En poco tiempo, sus poesías pasarán a publicarse en El Criterio y en otras revistas espíritas de la época, aunque no deja de coser para obtener unos ingresos suficientes para su manutención personal.

Nos situamos en el momento en que, gracias a las visitas a la consulta del doctor Joaquín Hysern, conoce la existencia de la doctrina Espírita y de cómo ésta responde a las preguntas que tanto la inquietaban sobre el motivo de la aparente desigualdad entre las personas, pues ninguna teoría o religión le había respondido de forma racional a dichas cuestiones.

Sigue frecuentando la capilla evangélica de la calle Calatrava, a la que acude junto con su amiga Engracia, y donde había logrado ser estimada y conocida. Sigue oyendo los sermones de los evangelistas que logran, a veces, convencerla con sus argumentos, aunque otras veces es ella la que mentalmente los rebate.

Consigue que una familia espírita le deje El Libro de los Espíritus, aunque sólo puede leer por la mañana 30 minutos, descansando cada 20 renglones. Una mañana, cuando estaba arreglándose una túnica (cose 15 minutos y no seguidos), recupera inesperadamente la visión, abriéndose para ella una nueva vida.

Encuentra trabajo de costurera y se siente más feliz que si hubiera heredado una gran fortuna. Con los ejemplares de “El Criterio” lee a Fernández Colavida y a Lagier y Pomares. Como no puede suscribirse a la revista manda poesías a cambio de la suscripción.

Lo mismo hará con cuantas revistas espíritas conozca. Pedirá ser presentada en la Sociedad Espiritista

Española y comenzará a frecuentar sus reuniones.

Tanto es así que en el 5º aniversario de la desencarnación de Allan Kardec (31-03-1874) habla por primera vez en público y lee una poesía titulada “A la memoria de A. Kardec”.

A partir de ese momento siempre se cuenta con ella.

Su jornada de trabajo es interminable. Cose en un taller de costura de una señora francesa y allí, entre telas, hilos y agujas, compone las poesías que debe guardar en su memoria o que la sobrina de la propietaria escribe en un papel al dictado. Se suele levantar a las cuatro y escribe hasta las seis para irse a su trabajo. Cuando regresa vuelve a ponerse a escribir hasta las once o las doce. No nos ha de extrañar, pues, que sus ojos comienzan de nuevo a resentirse.

Se le plantea una disyuntiva.

Por un lado los directores de las revistas en las que colabora le insisten en la necesidad de que siga escribiendo, pues sus artículos son muy comentados y valorados al estar escritos en un lenguaje llano y accesible que todo el mundo entiende. Por otro lado, ella siente la necesidad de ganarse su propio sustento y no ser una carga para los demás o para el Espiritismo. Debe continuar cosiendo pues es el único medio para mantenerse.

Al continuar con sus problemas en la vista, los oculistas le recomiendan baños de mar. Como es conocida en toda España, una familia espiritista de Alicante le manda el dinero para poder hacer el viaje y la invitan a su casa. Su día da comienzo a las cuatro de la mañana, momento en el que toma el baño, y el resto del día lo dedica a escribir. Visita a los espiritistas de Jijona y allí enferma de fiebres.

Así, un viaje que pensaba que duraría un mes se convierte en una estancia de cuatro meses tras los que se recupera y regresa a Madrid.



Sello conmemorativo del Congreso Internacional de 1934.


Vuelve al taller de costura de la señora francesa y vuelve a vivir con su hermana-amiga-casera, a la que anteriormente había alquilado una habitación con un escritorio en el que podía escribir y preparar sus artículos y colaboraciones con las revistas.


Ahora la situación doméstica ha cambiado: su antigua habitación está ocupada. Como ella no quiere separarse de su hermana, deciden compartir la habitación e incluso la cama. No tiene un lugar donde escribir y lo hace en la mesa de la cocina, sin privacidad, con continuas interrupciones y siendo asediada continuamente por los Espíritus que la empujan incesantemente a escribir. Le es muy difícil compaginar su trabajo de costurera con sus colaboraciones en las revistas.


En mayo de 1876 recibe la visita de dos espiritistas catalanes con la propuesta de parte de Luis Llach, a la sazón presidente de La Buena Nueva de Gracia, de que se traslade a Barcelona y se dedique enteramente a escribir. En principio rechaza la oferta porque quiere vivir de su propio trabajo pero los argumentos que esgrimen son contundentes ya que en Barcelona encontrará trabajo y mejor pagado, con lo cual tendrá más tiempo para dedicarlo a sus escritos. Esto la convence, así como la posibilidad de que su hermana casera junto con su familia también se trasladen a Gracia


Llegada a Barcelona, Amalia y Luis Llach mantienen una entrevista en la que ambos exponen sus intenciones. Amalia la de ser independiente, buscar trabajo y escribir, y Llach la de la falta de escritoras y divulgadoras del espiritismo y del exceso de modistas y costureras; además una cosa es lo que Amalia desee y otra muy distinta lo que sus malogrados ojos le permitan. En poco tiempo dejará de ver y por eso le está preparando una habitación en su casa, con su familia, con la única obligación de que todo su tiempo lo dedique a escribir.


Pronto se cumplen los vaticinios de L. Llach y Amalia acepta hospitalidad de toda la familia. Se encuentra con los mismos problemas con los que se enfrenta cualquier emigrante: el abandono de sus seres más queridos, el desconocimiento del idioma, agravados por su problema de visión y por la natural adaptación en la dinámica de una familia a la que no conoce.


Todos tienen un trabajo, todos saben lo que tienen que hacer, Luis y su hijo salen a trabajar, su hija va al colegio y su esposa cuida de la casa. Su visión hace que se sienta torpe y que piense que es más una molestia que una ayuda. Su única salida son sus artículos y se pone a trabajar en ellos de forma frenética.



La consolidación de su papel divulgador


 

Su llegada a Barcelona significó para Amalia la oportunidad de dedicarse en pleno al Espiritismo. Superando grandes dificultades, hizo resplandecer la luz de la verdad, llevando el conocimiento y la caridad allá donde fuera más necesario. Descubriéndonos los últimos años de su vida, finalizamos esta entrega de cuatro artículos, dedicada a nuestra siempre amada Amalia.

 

Es mucha la correspondencia que recibe y a la que contesta personalmente. Los espiritistas, conocedores de su penuria, la ayudan regalándole sellos, papel, sobres, tinta, una escribanía, etc. Todo se allana. A finales de agosto de 1877,en El Diario de Barcelona se publica un artículo en el que se dicen barbaridades sobre el Espiritismo. L.Llach la anima a contestar en los términos que considere adecuados. Poco después se dará su consagración como defensora del Espiritismo gracias a la polémica mantenida con D. Vicente de Manterola. Esta no será la única polémica que mantenga, la volverá a repetir, unos años más tarde, con un escolapio, el padre Sallarés y con un jesuita, el padre Fita, y que será recogida en un libro titulado Impresiones y comentarios sobre los sermones de un escolapio y de un jesuita.


Coincidiendo con la polémica con D. Vicente de Manterola, L. Llach y el editor espiritista Juan Torrents le proponen la creación de un semanario espírita dirigido por ella, para las mujeres y en el que sólo escriban mujeres. Será La Luz del Porvenir y en él escribirán Cándida Sanz, Matilde Fernandez, Encarnación del Riego, etc. La lista sería interminable. Sus colaboradoras le envían artículos desde todos los países de habla hispana y mantiene con ellas un relación de amorosa amistad. Buen reflejo son algunas cartas que se conservan de esta correspondencia.


Con esto se convierte en una pionera defensora de los derechos de la mujer, reclamando para nosotras el derecho a la educación, el libre ejercicio de todas las profesiones, igualdad de derechos y de salarios, independencia, dignidad. Algunos de estos derechos aún siguen siendo reivindicados. Con respecto a la educación defendió la necesidad de cambiar el sistema educativo femenino, pues hasta entonces la educación de las mujeres era muy superficial, pensada para desenvolvernos en un entorno doméstico y no pensada para poder desarrollarnos en un entorno profesional.



El primer número de La Luz del Porvenir es suspendido por vía judicial durante 42 semanas. No se arredra y saca El Eco de la Verdad, con las mismas características y las mismas colaboradoras. Se seguirá publicando hasta que una amnistía haga posible la publicación, de nuevo, de La Luz del Porvenir. Este semanario se publicará hasta 1900, año en el que Amalia decide dejar de publicarlo debido a los graves problemas económicos por los que atraviesa la revista.


El trabajo de Amalia no termina con la publicación del semanario sino que se engrandece con actuaciones en otros campos recogiendo las necesidades de los más desfavorecidos, recolectando ayudas a los damnificados por las inundaciones en Murcia, visitando a presos y presas en las cárceles de Barcelona, visitando hospitales para dar consuelo con su presencia y sus palabras a cuantas personas la requieran. Junto con otros espiritistas (Luis Vives y Vives) funda la Sociedad de Entierros Civiles dada la dificultad con que se encuentran los laicos y los no católicos de enterrar de forma digna y económica sus familiares.



Un ejemplo de amor y fe en el porvenir


En medio de toda esta vorágine Amalia se siente triste, desgraciada y con una profunda melancolía. Se lo cuenta a sus amigos y uno de ellos, Eudaldo Pagés, médium inconsciente, entra en trance y le da la primera comunicación en nombre del Padre Germán. A partir de ese momento, sin día determinado, ni hora fija, la ayudará con sus escritos de mayor importancia y con las explicaciones necesarias para hacer más fácil su tarea. Comienza una colaboración Amalia- Eudaldo- Padre Germán que dará a luz muchos y buenos escritos, no solo la novela homónima, sino también la ayudará a ilustrar casos prácticos, historias de vidas comunes recogidas a través de recortes de prensa que le envían de toda Ibero América y de España y que se explican a través de la Ley de Causa y Efecto. Aun hoy nos conmueven a la reflexión y al aprendizaje.


Su labor es tan grande que desde la revista “El Buen Sentido” de Lérida se promueve una suscripción popular que ayude a Amalia a sufragar sus gastos en forma de pensión perpetua. Esta pensión le durará desde julio de 1881 a diciembre de 1884. Las personas que participan por medio de donativos en esta pensión son los lectores de las revistas, espiritistas, que tampoco cuentan con sobrados ingresos. Al principio son numerosos los donativos, después, con el pasar de los días van menguando. Acabada esta pensión continuará viviendo con la ayuda de Luis Llach, que la considera un miembro más de su familia y que no la abandonará hasta su muerte.


PRIMER CONGRESO INTERNACIONAL ESPIRITISTA. Barcelona, 1888.


Participó como vicepresidenta en el Congreso Espiritista Mundial que se realizó en Barcelona. Estamos en 1888. Amalia envejece. Su entorno cambia. Las personas que la han ayudado han envejecido con ella o han fallecido. Es el caso de la esposa de Luis Llach que desencarna y que hace que este se vuelva a casar con una mujer que no comparte su ideal. Más tarde será el propio Luis el que desencarne y que haga que su situación económica se tambalee hasta extremos insospechados. Tanto que se ve obligada a vender sus libros para tratar de hacer frente a la situación


También Edualdo envejece y enferma. Se traslada al centro de La Buena Nueva a vivir con Amalia para estar siempre a su disposición. También muere. Sí, es cierto que el mundo espiritual ha dispuesto otra médium, María, que la ayuda en sus trabajos, pero Amalia desconfía a pesar de las seguridades que el Padre Germán le da de esta segunda médium. Así pues al final de sus días, vieja y enferma, se encuentra sola, económica y afectivamente, claro que está rodeada de mujeres que la quieren y la cuidan, pero han desaparecido de su entorno los dos hombres que más la han ayudado en su quehacer.



Aspecto de la Calle de Canón en el momento de emprender la marcha fúnebre del coche

mortuorio. Se ve a la izquierda, el pequeño jardín entre cuyas flores Amalia apreciaba escribir.



Amalia está enferma, no sale de casa. Todas las mujeres se turnan para cuidarla, no la abandonan, no la dejan sola ni un segundo. A pesar de sus cuidados el 29 de abril de 1909 nos deja a causa de una bronconeumonía. Desde ese momento y hasta la actualidad no ha habido una mujer, compatriota nuestra, que haya sabido dar muestras de tan gran entrega a la difusión de nuestra doctrina, de tan gran coraje, con un lenguaje llano y comprensible a todos los lectores, y con tan gran repercusión internacional.


La tumba de Amalia Domingo Soler está en el cementerio de Montjuic, Barcelona (España) en, vía San Carlos, número 35, no muy distante de Fernández Colavida.
























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