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Ciencia & Salud

Salud Física, Mental, Social y Espiritual durante la Pandemia

 


“La salud no es únicamente la ausencia de dolor o enfermedad, sino un estado de completo bienestar físico, mental y social”. OMS, 1948


El modelo BIO-PSICO-SOCIAL-ESPIRITUAL en Medicina


Bajo esta definición, adoptada en 1948 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) al poco de su fundación, la dimensión espiritual quedaba ausente. Por tanto, en 1999, en la 52ª asamblea de dicha institución, ésta propuso algunas enmiendas a su Constitución. Una de las modificaciones propuestas fue la inserción del bienestar espiritual en el concepto de salud de la OMS. El nuevo texto sería “La salud es un estado dinámico de completo bienestar físico, mental, espiritual y social y no únicamente la ausencia de dolor o enfermedad”. Sin embargo, a pesar de la aprobación durante la asamblea, la nueva versión fue posteriormente vetada. Incluso así, en muchas ocasiones durante las últimas décadas, la OMS destacó la importancia de la dimensión espiritual con fines clínicos.


El modelo bio-psico-social es una visión humanística y holística del ser humano, en el cual los tres niveles (biológico, psicológico y social) deben ser tenidos en consideración en la asistencia a la salud. Debido a este modelo, los médicos deben atender simultáneamente a estas tres dimensiones de la enfermedad, con el fin de entender y responder mejor al sufrimiento de los pacientes. Se trata de una filosofía de atención clínica y una guía clínico-práctica.


Filosóficamente es una manera de entender cómo el sufrimiento, el desequilibrio y la enfermedad son afectados por múltiples niveles de organización, de la social a la molecular. A un nivel práctico, es una manera de entender la experiencia subjetiva del paciente como un colaborador esencial para el diagnóstico preciso, resultando en la salud y la asistencia humanizada.


Actualmente muchos investigadores piensan que el modelo biopsicosocial debe ser ampliado para incluir también la dimensión espiritual, por la relevancia del patrón espiritual sobre los resultados en la salud. Esta nueva interpretación genuinamente holística aborda la totalidad de la existencia relacional del paciente, lo que contribuye a una asistencia más amplia.


Indiscutiblemente las cuestiones trascendentes y sagradas en la dimensión espiritual no pueden ser agotadas en las bases mentales y sociales, a pesar de las interacciones entre estos conceptos.



Espiritualidad y religiosidad y su relación con la salud


Espiritualidad y religiosidad son constructos diferentes, aunque tengan muchas intersecciones y correlaciones. La espiritualidad tiene muchas definiciones en la literatura médica, pero generalmente se refieren al aspecto humano ligado al modo en cómo los individuos buscan y expresan significado y propósito y la forma en como viven su conexión con el presente, consigo mismos, con los demás, con la naturaleza y con lo sagrado. En la propensión humana en el interés, trasciende por los otros y por sí mismo. Religiosidad se refiere a los comportamientos y actitudes que una persona tiene en relación con una religión en particular.


La religiosidad tiene expresiones internas y externas. Las internas incluyen creencias, actividad no organizacional (oración privada), relación subjetiva (importancia de la religión en la vida), experiencia religiosa y conocimiento doctrinario. Las dimensiones externas incluyen filiación o denominación, actividad organizacional (participación en una comunidad de fe) y adhesión a comportamientos.


Muchas veces, la religión es la vía para manifestar la espiritualidad. Aunque esto no siempre es una regla. Así, podemos encontrar una persona espiritualizada, pero que no esté formalmente ligada a una religión. Igualmente, una persona puede ser religiosa, pero carecer de bien espiritual. Por tanto, la espiritualidad puede abarcar tanto la perspectiva secular como la religiosa. Las expresiones no religiosas de la espiritualidad incluyen creer en una fuerza superior, contemplar la naturaleza en su intensidad, acciones sociales con un contexto ético, una intuición inesperada, solidaridad y compasión, estado de harmonía y equilibrio. Por ello, los investigadores usan con frecuencia el término espiritualidad-religiosidad (E-R) para referirse a este binomio.


Los investigadores consiguen medir el bienestar E-R a través de encuestas y analizar correlaciones de ese estado con varios parámetros de salud. Los primeros estudios empezaron en la década de 1950 y aumentaron de modo sustancial durante la década de 1980, generando un volumen cada vez mayor de estudios, muchos de ellos siguiendo una metodología rigurosa.


La mayoría de estos estudios sugiere evidencias de un efecto protector de los factores del bienestar E-R sobre la salud física y mental, a la calidad de vida y la longevidad.


Esta correlación fue descubierta en diversos resultados relacionados con la salud, especialmente en enfermedades cardiovasculares, tales como enfermedades cardíacas (como el infarto de miocardio), disfunciones circulatorias (como la hipertensión arterial o infarto cerebral) e incluso reducción de la necesidad y la duración de la hospitalización. Así, varios estudios sugieren que las personas con buenos índices de E-R son más saludables y requieren menor acceso a los servicios de salud.


Los mecanismos de acción de E-R sobre la salud no están totalmente descritos. Los efectos deben ser motivados por una combinación de factores que pueden ser divididos en tres grupos (figura1): 1. efectos sobre vías de la psico-fisiología (o estado mental-emocional equilibrado influenciando positivamente varias funciones fisiológicas); 2. efectos sociales y congregacionales (las instituciones de fe como un lugar para la interacción, intercambio  y apoyo, formando una red de apoyo y una sensación de pertenencia al grupo); 3. efectos comportamentales (individuos más propensos a adoptar actitudes benéficas para la salud, incluso cuando no son dictados por su doctrina religiosa).



Aplicación práctica durante la Pandemia


El campo de los estudios psicosomáticos abrió un camino fundamental para la comprensión de lo que es la salud, enfermedad y cura, una vez que las relaciones mente-cuerpo desempeñan papeles importantes en esos estados. A medida que la investigación psicosomática continúa, la comprensión de la amplitud de las interacciones mente-cuerpo mejora progresivamente. Una vieja interpretación situaba la mente y el cuerpo como dos entidades diferentes, con pocas relaciones de menor importancia, con énfasis en la biología. Actualmente el concepto evolucionó para considerar la mente y el cuerpo como dos componentes de la misma entidad, con muchas relaciones de gran importancia, desempeñando un papel importante en la salud y en la enfermedad. En este sentido, la mente y el cuerpo pueden tener conexiones más profundas, como aquella apoyada por antiguas prácticas, tradiciones religiosas y abordajes contemplativos.


Las cuatro dimensiones de la salud (física, mental, social y espiritual) están igualmente divididas con una finalidad didáctica. En realidad, éstas se interconectan y son interdependientes. Esta visión integral puede ayudarnos a afrontar este tiempo de vulnerabilidad por la pandemia de COVID-19. En un círculo vicioso, el sufrimiento emocional aumenta la susceptibilidad a la infección, por perjudicar la función inmunológica. Las creencias y prácticas religiosas ayudan al control del estrés, al inducir menor ansiedad y mayor esperanza.


Estar en casa nos da tiempo para fortalecer nuestra salud espiritual. Muchas personas no son conscientes de que tales actividades pueden servir también para mejorar la salud mental, al aumentar la capacidad de afrontar la ansiedad y mejorar la salud física, debido a la reducción de la tensión. Y el resultado de este conjunto es una mayor resistencia a la infección.


La fe es un importante recurso para la salud y el bienestar. Estar aislado es una oportunidad para profundizar en nuestra relación personal con Dios a través de la oración, la meditación, el estudio de las escrituras, escuchar programas inspiradores, o mediante literatura edificante.


Muchas comunidades religiosas ofrecen ahora la transmisión de cultos que proveen orientación y mensajes que promueven esperanza.


Las mayores religiones enseñan a amar y cuidar al prójimo; éste es cualquier persona con necesidad. Con la pandemia tenemos la oportunidad de propagar esperanza a familiares, vecinos, miembros de nuestra comunidad de fe o incluso a desconocidos. Para muchas personas, estar forzado a permanecer en casa afecta negativamente a su función inmunológica, aumentando el riesgo de infección.


El distanciamiento significa estar separado físicamente, no socialmente. Aunque las personas no puedan darse abrazos o apretones de mano, hay sustitutivos remotos (como internet o el teléfono). Si una persona fuese capaz, una manera de situar la fe en acción sería ayudar a alguien necesitado a acceder a alimentos o medicinas, dejando los víveres en su propia puerta.


También es importante mantenerse físicamente saludable. En muchas tradiciones religiosas, el cuerpo es el “templo del espíritu” y su cuidado es una forma de honrar a Dios. Busque alguna forma de hacer ejercicio y mantenga el peso, entre otras acciones. Todo ello mejora la función inmunológica y potencialmente, reduce el riesgo y gravedad de la infección respiratoria.


En resumen, mantengamos puesto el foco en nuestra salud espiritual, cultivando también la buena salud física y ayudando como podamos a familiares, amigos, vecinos o desconocidos.


Esto va a ayudar a aumentar la inmunidad, desarrollar resistencia física y emocional y estimular una diferencia en las vidas de todos. 💞


Fuente:

Traducción y publicación autorizados por el autor y editora.



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